En la tercera canción de “LIama de Amor viva”, San Juan de la Cruz, nos habla
de la capacidad de infinito que hay en nuestro interior. Esta capacidad de
infinito sólo se puede llenar con Dios. Como algo extraño veremos que a pesar de
esta “capacidad” cualquier “cosita” se pega en nuestro interior, haciéndonos esclavos,
pero no da plenitud ni llenan. No se da cuenta la Persona de su gran capacidad por estar
ocupadas “ser capaces de bienes infinitos”. En otra etapa del camino espiritual luego de estar
purificadas es grande el “hambre” de “deseo” de Dios. Se encuentra vacío, libre de creatura, tendiendo
a Dios. Interesante es que Dios no le termina de darle “comunicación” de
sus bienes plenamente, apenas se está dando la disposición de parte de la
persona, se ven resquicios de la Gloria de Dios, y esta pena es muy grande. Creerá en algún momento, erradamente, que estaba mejor antes de la
purificación. Veamos el texto:
Estas cavernas son las potencias
del alma: memoria, entendimiento y voluntad, las cuales son tan profundas
cuanto de grandes bienes son capaces, pues no se llenan con menos que infinito.
Cuanto a lo primero, es de notar
que estas cavernas de las potencias, cuando no están vacías y purgadas y
limpias de toda afición de criatura, no sienten el vacío grande de su profunda
capacidad; porque en esta vida cualquiera cosilla que a ellas se pegue
basta para tenerlas tan embarazadas y embelesadas que no sientan su daño y
echen menos sus inmensos bienes ni conozcan su capacidad. Y es cosa
admirable que, con ser capaces de infinitos bienes, baste el menor de ellos a
embarazarlas de manera que no los puedan recibir hasta de todo punto vaciarse,
como luego diremos.
Pero cuando están vacías y limpias,
es intolerable la sed y hambre y ansia del sentido
espiritual; porque, como son profundos los estómagos de estas cavernas,
profundamente penan, porque el manjar que echan menos también es profundo,
que, como digo, es Dios.
Y este tan grande sentimiento
comúnmente acaece hacia los fines de la iluminación y purificación del alma,
antes que llegue a unión, donde ya se satisfacen. Porque, como el apetito
espiritual está vacío y purgado de toda criatura y afección de ella, y perdido
el temple natural, está templado a lo divino y tiene ya el vacío dispuesto, y,
como todavía no se le comunica lo divino en unión de Dios, llega el penar
de este vacío y sed más que a morir, mayormente cuando por algunos visos
o resquicios se le trasluce algún rayo divino y no se le comunican. Y éstos son
los que penan con amor impaciente, que no pueden estar mucho sin recibir o
morir. LI 3,18