Evangelio
según San Lucas 1,39-48.
En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la
montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su
seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es
el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado
de parte del Señor".
María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante
todas las generaciones me llamarán feliz.
FRAGMENTO
DE LA HOMILÍA DE JUAN PABLO II (Santuario de la Virgen de Guadalupe sábado 27
de enero de 1979)
Los primeros misioneros llegados a América, provenientes de tierras de
eminente tradición mariana, junto con los rudimentos de la fe cristiana van
enseñando el amor a Ti, Madre de Jesús y de todos los hombres. Y desde que el
indio Juan Diego hablara de la dulce Señora del Tepeyac, Tú, Madre de
Guadalupe, entras de modo determinante en la vida cristiana del pueblo de
México. No menor ha sido tu presencia en otras partes, donde tus hijos te
invocan con tiernos nombres, como Nuestra Señora de la Altagracia, de la
Aparecida, de Luján y tantos otros no menos entrañables, para no hacer una
lista interminable, con los que en cada nación y aun en cada zona los pueblos
latinoamericanos te expresan su devoción más profunda y Tú les proteges en su
peregrinar de fe.
El Papa –que proviene de un país en el que tus imágenes, especialmente
una: la de Jasna Góra, son también signo de tu presencia en la vida de la
nación, en su azarosa historia– es particularmente sensible a este signo de tu
presencia aquí, en la vida del Pueblo de Dios en México, en su historia,
también ella no fácil y a veces hasta dramática. Pero estás igualmente presente
en la vida de tantos otros pueblos y naciones de América Latina, presidiendo y
guiando no sólo su pasado remoto o reciente, sino también el momento actual,
con sus incertidumbres y sombras. Este Papa percibe en lo hondo de su corazón
los vínculos particulares que te unen a Ti con este pueblo y a este pueblo
contigo. Este pueblo, que afectuosamente te llama “ la Morenita ”. Este pueblo
–e indirectamente todo este inmenso continente– vive su unidad espiritual
gracias al hecho de que Tú eres la Madre. Una Madre que, con su amor, crea,
conserva, acrecienta espacios de cercanía entre sus hijos.
¡Salve, Madre de México!
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