En los últimos versos de la tercera canción: “ni cogeré las flores, ni temeré las
fieras, y pasaré los fuertes y fronteras”. San Juan de la Cruz nos presenta
la manera que hay que buscar el amor de Dios. Veamos lo que nos dice:
Ni cogeré
las flores.
LAS FLORES: son los gustos, contentos y deleites. Pueden
ser de tres maneras: temporales,
sensuales y espirituales. Tomar este tipo de “flores” en el camino espiritual
puede ser causa de tropiezo.
Aconseja a no poner el corazón en: las
riquezas y bienes que ofrece el mundo (temporales), ni admitir los contentamientos
y deleites de la carne (sensuales), ni repararé en los gustos y consuelos del espíritu (espirituales).
Insiste en invitarnos a buscar al “Amor de
los amores” por el camino de los montes y riberas: “la virtudes y trabajos”,
como un camino seguro (ficha 8).
Notemos que no solamente impiden el camino
los bienes “temporales y sensuales”. También los nos pueden detener los “espirituales”
cuando nos aferramos y hacemos absoluta una determinada experiencia de Dios,
buscamos el regalo y no al Dios que nos regala (sólo Tabor y nada de Golgota),
el día que no recibimos “nada” en la oración dejamos de perseverar. Dicha actitud impiden
el camino de la Cruz de Cristo.
Resumiendo
nos dice el Santo: “Por tanto,
el que ha de ir adelante conviene que no se ande a coger esas flores; y no sólo
eso, sino que también tenga ánimo y fortaleza” para poder decir:
Ni temeré
las fieras,
FIERAS: representa al MUNDO: nos ataca de tres maneras: a) siente la persona que le faltara el valor, la estima de los
amigos. b) siente el perder los deleites y placeres del mundo. c) “la tercera es aún mayor, conviene a
saber, que se han de levantar contra ella las lenguas, y han de hacer burla y
ha de haber muchos dichos y mofas, y la han de tener en poco”.
Estas “fieras” que nos encontramos dentro del
camino espiritual son causa de mucha dificultada tanto a la hora de estar
caminando o para iniciar el camino.
Hay otro tipo de tentaciones interiores que
suele dar Dios a quienes desea llevar por un “alto estado de perfección”
probándolos y examinándolos como al oro en el fuego (Sab. 3, 5, 6). “Las
tribulaciones de los justos son muchas, mas de todas los librará el Señor. Pero
el alma bien enamorada, que estima a su Amado más que a todas las cosas,
confiada del amor y favor de él, no tiene en mucho decir: Ni temeré las
fieras”.
y pasaré los
fuertes y fronteras.
FUERTES: es el segundo enemigo “ el demonio”. Sus
tentaciones son duras de vencer por el hecho de alimentarse de los otros dos
enemigos (mundo y carne) para hacer “fuerte guerra”. Se hace necesario el
“poder divino” para vencerlo, dicho poder nos bien por medio de la oración.
Necesitamos también de “la luz divina” para poder entender sus “tretas”,
dicha luz la adquirimos por la
mortificación y la humildad. Nos recuerda el Santo el texto de San Pablo a los
Efesios: “Vestíos de las armas de Dios para que podáis resistir contra las
astucias del enemigo; porque esta lucha no es como contra la carne y sangre,
entendiendo por la sangre el mundo, y por las armas de Dios la oración y cruz
de Cristo, en que está la humildad y mortificación que habemos dicho”. (Ef. 6,
1112)
FRONTERAS: es la repugnancia y la rebelión que de natural la carne tiene contra el
espíritu. Como nos señala San Pablo (Gl 5,17). Se transforma esta resistencia
(apetencias sensuales, afecciones naturales) como una frontera para el camino
espiritual.
Resume estos dos versos el Santo de esta
manera: “constancia y valor para no bajarse a coger las flores, y ánimo para
no temer las fieras, y fortaleza para pasar los fuertes y fronteras, sólo
entendiendo en ir por los montes y riberas de virtudes, de la manera que está
ya declarado”. Al igual que nos habla Teresa de Jesús, el camino más
certero es el de las “virtudes”.